Comença el setembre, i son dates en les que la gent es
proposa objectius per aconseguir. Un cosa molt important que moltes vegades
oblidem és que aquest objectiu s’adapti als valors que et mouen en aquesta
vida. Quantes vegades aconseguim èxits
que ens enorgulleixen, però hi ha aquesta cosa en el fons que no t'ha agradat
del tot? No tot s'hi val, i gaudir del camí és molt més enriquidor que el propi
objectiu en si. Comparteixo un article de Peter Bregman publicat en Harvard
Business Review i
recollit fa uns mesos al diari El País i que titulen Los efectos
secundarios de fijarse metas.
“–¡Sofía, Daniel!
–grité por el pasillo a mis hijos de siete y cinco años de edad, que estaban
jugando en su habitación–. En diez minutos llega el autobús de la escuela.
Vamos a ver quién se cepilla antes los dientes y llega primero a la puerta.
Los dos se lanzaron
hacia el baño, riendo. Tan solo dos minutos más tarde, Daniel había ganado, por
muy poco, a Sofía. Sonreí por mi victoria. Tenía a los dos niños en la puerta,
listos para coger el bus en un tiempo récord. Había conseguido mi objetivo. ¿O
no? Sí, estaban en la puerta a tiempo. Sin embargo, dos minutos no es tiempo
suficiente para cepillarse los dientes correctamente. Además, el baño había
quedado hecho un desastre”.
Con esta anécdota
familiar, Peter Bregman empezaba su artículo Considere no establecer objetivos en 2013, publicado en
la prestigiosa Harvard Business Review. El escritor y especialista en liderazgo
fue una de las primeras voces en alzarse en contra de la ética de los
objetivos, esa tendencia tan arraigada que profesionaliza todos los ámbitos de
la existencia. Y con profesionalizar nos referimos a contemplar la existencia
bajo la perspectiva de la productividad, como si nuestras vidas tuvieran que
responder ante un consejo de administración y lo único que importara fueran los
resultados.
“Cuando bailas, tu objetivo no es ir a un lugar determinado de
la pista. Es disfrutar cada paso del camino” Wayne Dyer
Así, con tantos
objetivos por cumplir, casi nadie habla de sus perniciosos efectos secundarios.
Analicemos, en este sentido, la anécdota familiar de Bregman y veremos
reflejados, tanto en el padre como en los dos niños, muchos de los problemas
(personales y empresariales) que caracterizan y definen nuestro tiempo:
Enfoque pequeño de la realidad. Si solamente me preocupa que mis hijos estén a
tiempo para coger el autobús de la escuela, dejo de lado algo tan importante
como su higiene dental, por ejemplo. El resultado es que empequeñezco la
dimensión de un tema mayor por conseguir un resultado inmediato.
Comportamientos poco éticos. Puede que Sofía y Daniel, compitiendo para
llegar antes a la puerta, se empujen o se escondan el uno al otro la pasta de
dientes, por ejemplo. Por tanto, se puede estar fomentando un aumento de
conductas no deseadas.
Falta de perspectiva ante posibles riesgos. No es difícil de imaginar a Daniel corriendo
escaleras abajo para llegar el primero, sin pensar en que puede tropezar y
hacerse daño.
Falta de automotivación. Si el objetivo es lo único que importa, si
llegar el primero para tener contento a papá es la motivación, ni Daniel ni
Sofía van a lavarse los dientes por razones como la higiene y el cuidado
personal.
Disminución de la cooperación. Supongamos que Sofía, más pequeña que Daniel,
no acierta a abrir la pasta de dientes y le pide ayuda a su hermano. Es lógico que,
en este contexto, Daniel vea la incapacidad de su hermana como una ventaja
competitiva que le acerque a la meta de llegar el primero y decida no ayudarla.
Pero además de los
efectos secundarios que hemos comentado, una vida enfocada a los objetivos provoca
ansiedad. Porque cuando se compite, no siempre se puede ganar. Porque no
siempre se puede conseguir aquello que nos proponemos. Aunque nos esforcemos.
Aunque lo hagamos todo bien, es inevitable que en ocasiones no alcancemos lo
que era nuestro objetivo. ¿Entonces qué? Incluso durante el proceso, estamos
tan orientados a lograr esto o aquello que provoca que no disfrutemos de lo que
estamos haciendo. Solamente podemos pensar en si lo conseguiremos o no.
¿Resultado? Más desasosiego. Así, no es difícil de entender que los psiquiatras
definan la ansiedad como la epidemia de nuestro siglo. Es normal. Nuestra
sociedad se ha orientado a la ética del objetivo. Del conseguir. Del tener. Del
llegar. No del camino.
En este sentido, la
distinción entre ser y tener que hace Erich Fromm, uno de los grandes
pensadores de finales del siglo pasado, parece una profecía de nuestros días.
Veamos:
“Si puedo decir ‘soy
lo que tengo’, entonces la pregunta que surge es: ‘¿Quién soy yo si pierdo lo
que tengo?’. Así pues, el sentido de identidad basado en ‘lo que yo tengo’ es
siempre amenazante. El sentido de identidad que está basado en el ser es
completamente diferente. Yo siento, veo, amo, estoy triste… todas estas
experiencias humanas que se pueden expresar con verbos son actividades humanas
que no son dependientes, que no pueden perderse o ser destruidas”.
Si queremos librarnos
de la angustia del tener, de conseguir y conseguir objetivos, debemos fijarnos
ámbitos de mejora. Trabajar en lo que nosotros somos, en aquello que no puede
ser destruido. No en aquello que podemos obtener.
Hagamos un ejercicio,
usemos la imaginación y supongamos que somos delanteros de un equipo de fútbol
y llevamos algunos partidos sin marcar un gol. Nos hemos esforzado. Hemos
corrido más que nunca, pero el gol no llega. Empezamos a estar ansiosos y
tratamos de concentrarnos para el próximo partido con un único objetivo en
mente: meter por fin un gol y dar por acabada la sequía. Llega el día del
partido y estamos tan pendientes de nuestro objetivo que apenas combinamos con
nuestros compañeros. Nos obsesionamos con disparar desde cualquier posición,
sin tener en cuenta si es la más idónea. No disfrutamos. No nos lo pasamos
bien. Al final, no llegamos a marcar. Es más, el entrenador, disgustado con
nuestro juego, decide sustituirnos antes de que termine el encuentro. Los
objetivos nos han traicionado.
“La mejor forma de conseguir la realización personal es
dedicarse a metas desinteresadas” Viktor Frankl
Pero hay otro camino
que consiste en analizar las razones por las que no hemos alcanzado el gol:
examinar nuestro juego en estos últimos partidos. Entonces, tal vez lleguemos a
la conclusión de que no estamos suficientemente compenetrados con los
mediocampistas de nuestro equipo, y que además no nos desmarcamos bien, con lo
que no producimos suficientes opciones claras de gol. Tenemos ahora dos ámbitos
de mejora en los que trabajar durante los entrenamientos. Así, charlamos con
los mediocentros y ensayamos alguna jugada nueva. Nos preocupamos por
desmarcarnos mejor, crear buenas diagonales… En conclusión, saltaremos al
terreno de juego siendo mejores futbolistas y, por tanto, aumentaremos en mucho
las posibilidades de marcar gol. Además, al darnos cuenta de nuestra
progresión, seguro que disfrutaremos mucho más del juego.
Enfocarse en los
objetivos es trabajar para conseguir lo que queremos una vez. Enfocarse en los
ámbitos de mejora es progresar para alcanzar lo que queremos una vez y otra y
otra. Es como la fábula que todos conocemos de aquel granjero que tiene una
gallina que pone huevos de oro. Sabemos su fatal desenlace. El hombre,
impaciente y avaricioso, decide abrir en canal a la pobre gallina para extraer
todos los huevos de oro. El granjero se ha enfocado en los objetivos.
¿Resultado? Ni huevos, ni oro, ni gallina. Y mucha ansiedad.
Lo cierto es que
todos tenemos nuestra gallina de los huevos de oro, es decir, aquello que
hacemos bien y además disfrutamos haciéndolo. Y todos podemos decidir si le
pedimos resultados y más resultados o si preferimos cuidar y mimar esas
habilidades que nos diferencian del resto.”
Cuando uno consigue
los retos por los que ha luchado y disfrutar del camino es importante, pero
también lo es mostrar agradecimiento a los que te han ayudado en ese camino. Os
muestro un vídeo de alguien que lo consigue todo pero le faltaba algo muy
importante: el agradecimiento…”
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