Fa uns dies escoltava a una col·lega parlar sobre ser triomfador
a la vida, i em parlava del triomf d’una manera molt diferent a la que entenem
normalment. Aquesta col·lega citava a la psicoterapeuta americana Muriel James
i referint-se a un llibre seu, Nascuts per triomfar, em llegia un text molt
revelador. A continuació transcric el text...
“Los triunfadores tienen
diferentes potencialidades. Tener éxito no es lo más importante; sí lo es ser
auténtico. La persona auténtica tiene la experiencia de su propia realidad al
conocerse a sí misma, al ser ella misma y al convertirse en alguien sincero y
sensible. La persona auténtica es la que realiza su propia unicidad, hasta
entonces desconocida, y aprecia la unicidad de los demás.
El triunfador no consagra su vida al servicio de lo que imagina
que debe ser, sino, por el contrario, se esfuerza por ser él mismo y, como tal,
no consume sus energías en representaciones dramáticas, ni en falsas
pretensiones, ni tampoco en manipular o inducir a otras personas en sus propios
juegos. El triunfador puede revelarse como realmente es, en lugar de proyectar
imágenes que agraden, inciten o seduzcan a los demás; tiene conciencia de que
existe una importante diferencia entre ser cariñoso y actuar cariñosamente,
entre ser estúpido y actuar estúpidamente, entre ser inteligente y actuar
inteligentemente. El triunfador no necesita esconderse detrás de una máscara;
se despoja de sus propias imágenes irreales de inferioridad o de superioridad y
no se deja atemorizar por la autonomía.
Cada persona tiene sus propios momentos de autonomía, aunque
sean transitorios. Sin embargo, el triunfador puede mantener su autonomía
durante períodos cada vez más largos; en ocasiones, puede perder terreno o aun
fracasar, pero, a pesar de ello, conserva la fe básica en sí mismo.
Un triunfador no se atemoriza de pensar en sí mismo ni de usar
sus propios conocimientos; puede distinguir entre hechos y opiniones y no
pretende tener todas las respuestas. Escucha a los demás; evalúa lo que tienen
que decir, pero se reserva el derecho de llegar a sus propias conclusiones;
admira y respeta a otras personas, pero no se deja definir, abatir, limitar o
atemorizar por ellos.
Un triunfador no practica el juego del “desamparado” como
tampoco el de echar la culpa; por el contrario, siempre asume la
responsabilidad de su propia vida. No otorga a nadie falsa autoridad sobre sí
porque sabe que él es su propio jefe.
El triunfador posee un justo sentido del tiempo. Responde
adecuadamente a cada situación, de una manera apropiada al mensaje enviado, y
en todo caso preserva la importancia, el mérito, el bienestar y la dignidad de
las personas con quienes se comunica. Sabe que hay una oportunidad para cada
cosa y un momento para cada actividad.
Para un triunfador el tiempo es valioso; por consiguiente, no lo
malgasta. Vive aquí y ahora. Vivir en el presente no quiere decir ignorar
neciamente su pasado o desperdiciar la oportunidad de prepararse para el
futuro; más bien, como conoce su pasado, es consciente del presente y vive en
él y espera el futuro con optimismo.
Un triunfador aprende a conocer sus sentimientos y limitaciones
y no los teme; tampoco se deja intimidar por sus propias contradicciones o
ambivalencias. Sabe cuándo está enojado y puede escuchar cuando los demás se
enojan contra él. También puede dar y recibir afecto, o amar y ser amado.
Un triunfador puede ser espontáneo; no tiene que responder de
una manera rígida o preestablecida. Puede cambiar sus planes cuando sea
necesario. Al triunfador le entusiasma la vida: goza con su trabajo, el juego,
la comida, las otras personas, el sexo y la naturaleza. Goza de sus triunfos
sin sentimientos de culpabilidad, y de las realizaciones de los demás sin
envidia.
Aunque el triunfador puede gozar libremente, también es capaz de
posponer el disfrute de su placer; puede disciplinarse en el presente para
gozar más intensamente después. No teme buscar lo que desea, pero lo hace de
una manera apropiada; no reside su seguridad en el control sobre los demás y no
se dispone a ser perdedor.
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