Ara que comencen
les vacances, als menys els dels nens i nenes, pot ser moment de reflexió. A
l'entrada d'avui, us convido a reflexionar sobre aquestes excuses que ens posem
per no fer allò que volem. Sí, ja ho se! Ja ho hem parlat en altres entrades
d'aquest blog, però potser ara és el moment de plantejar-s'ho i arribar a
aquest punt de buidar la motxilla d'excuses i omplir-les d’oportunitats. Us convido a llegir
l'article de Raimon Samsó publicat a El País fa uns mesos i que titula Tolerancia
cero con las excusas.
"Podemos cambiar los hábitos, incluso los mentales que nos llevan a tratar
de sobreprotegernos con las excusas, haciendo que perdamos oportunidades en la
vida. La costumbre negativa de la procrastinación se puede sustituir por
rutinas de acciones disciplinadas y responsables. Pero ¿de dónde proceden las
excusas?, ¿cómo sería nuestra vida sin ellas? Y sobre todo, ¿cómo dejar de
ponerse pretextos?
Los hábitos, sean
buenos o malos, tienen un propósito claro que resulta muy beneficioso: ahorrar
esfuerzo. Aunque parezca sorprendente, una gran parte de las acciones que realizamos
son automatismos inconscientes y no decisiones reflexivas. Por eso convierten
los comportamientos en rutinas que tratan de ahorrar tiempo y energía. Pero ¿y
si esa costumbre estuviese privando a una persona de lo que más quiere? Eso es
precisamente lo que ocurre con las excusas.
Seguramente los
pretextos están más cerca del engaño que del argumento, porque suenan más a
justificación subjetiva que a razón objetiva. El ser humano es experto en
crearlas. Tal vez las que siguen son algunas de las más frecuentes: “Es
difícil. Es arriesgado. Algún día. Creará problemas en casa. No me lo merezco.
No me lo puedo permitir. Nadie me va a ayudar. No soy lo suficientemente
inteligente. No sé cómo hacerlo. Soy demasiado mayor. Soy demasiado joven. Qué
pensarán de mí. No tengo la energía necesaria. No tengo tiempo. Lo haré cuando
me retire. Ahora no es el momento. Esperaré una oportunidad…”.
Dice Camilo Cruz en
su conocido libro La vaca: “El verdadero enemigo del éxito no es el
fracaso, como muchos piensan, sino el conformismo y la mediocridad. Todos
cargamos con más vacas de las que estamos dispuestos a admitir; excusas que ni
nosotros mismos creemos, con las que pretendemos explicar por qué no hemos
hecho lo que sabemos que tenemos que hacer”. Seguramente el autor se refiere al
“juego interno del éxito”. ¿En qué consiste semejante concepto?
Las personas
desarrollan dos clases de juegos: el interno y el externo. El interno sucede en
nuestra mente. Es la pelea interior que tenemos que resolver ante un desafío de
la vida, una decisión compleja o una situación de cambio. El juego externo
consiste en actuar y resolver. Cuando una persona pierde la partida interna, lo
más seguro es que acto seguido ocurra lo mismo con la externa. Es decir, cuando
alguien se pone excusas, lo más seguro es que no actuará. Y si bien no
experimentará un fracaso, tampoco conseguirá un éxito y, lo que es peor, no
tendrá una experiencia de aprendizaje.
Pero además los
pensamientos están expuestos a las mentes de otras personas continuamente; es
decir, son susceptibles de contaminarse con el contagioso virus de la excusa.
Algunas personas lo incuban desde pequeñas, ya que antes de los diez años todos
hemos sido expuestos a un surtido variado de memes (unidad de información
transmisible de persona a persona por imitación). Cuando un meme entra en la
mente, sin duda va a influirla sutilmente. Por suerte, siempre es posible
cambiar cualquier patrón mental adicto a las excusas, no importa cuánto tiempo
haya tomado el condicionamiento. ¿Cómo? Con la autodisciplina.
Mucha gente piensa
que el éxito viene de la buena suerte o de un talento enorme, pero muchas
personas de éxito alcanzan sus mayores logros de una manera más sencilla: a
través de la autodisciplina, a través de vivir sin pretextos.
No importa de qué
área de la vida se habla: relaciones, carácter, salud, éxito personal,
condición física, negocios, gestión del tiempo, amistad y familia, liderazgo,
consecución de objetivos, ventas, finanzas, solución de problemas… la
autodisciplina siempre es la clave. Basada en el dominio de sí mismo o
autocontrol, es realmente la respuesta para conseguir lo que una persona se
propone. Importa más la voluntad que la formación o la inteligencia. Cuando una
persona puede elevar el nivel de su autodisciplina, se convierte casi en
imparable.
Lo que sigue son
cinco actitudes para acabar con el hábito de las evasivas: disciplina,
persistencia, coraje, coherencia, trabajar con objetivos y
autorresponsabilidad.
La primera es la
más poderosa. Puede sonar a obligación, pues parece sugerir una acción forzada,
pero nada más lejos de la realidad: disciplina en realidad significa ser
discípulo de una idea que se ama. Precisamente por seguir una elección guiada
por la autoestima, somos capaces de decir adiós para siempre a las excusas.
Pero ¿cómo activar
la autodisciplina? Aquí es donde pide entrada el concepto de las buenas
preguntas que abren nuevos paradigmas de percepción.
Alguien dijo que
cuando se afronta un problema, todo lo que se necesita para hacerle frente es
formularse una buena pregunta y atreverse a responderla. No una pregunta
cualquiera, sino una pregunta que haga pensar y también que permita intuir cuál
es la mejor decisión. En efecto, todo lo que necesita una excusa para
disolverse es una pregunta certera.
Las preguntas son
una poderosa herramienta para el cambio personal y la toma de decisiones
importantes. En el coaching se usan con frecuencia para diseñar nuevas
perspectivas. Las preguntas, como siempre exigen una respuesta concreta, ayudan
a crear un nuevo modo de ver las situaciones y consecuentemente a generar un
cambio de actitud o mentalidad.
Estas son las
preguntas que ayudan a disolver las excusas: ¿de dónde procede?, ¿es verdad?,
¿cómo es mi vida con ella?, ¿cómo sería mi vida si la dejara de lado?, ¿qué se
esconde realmente tras ella?
Cinco preguntas
nada más, pero, una vez formuladas, el inconsciente ya no puede dejar de pensar
en ellas y buscará respuestas aquí y allá hasta que las encuentre.
Lo primero que
suele descubrirse es que la mayoría de los pretextos simplemente no son verdad,
y nunca lo han sido, solo eran hipótesis sin confirmar. Otra certeza que se
adquiere tras formular la mencionada batería de preguntas es que son…
¡argumentos de otras personas! Puede parecer ridículo, y en realidad lo es,
pero así es como sucede. Alguien dice: no se puede esto o no conviene lo otro…
y quien lo oye confunde una opinión no contrastada con una verdad justificada.
Lo
siguiente que ocurre después de reflexionar sobre estas cuestiones es que las
personas descubren cuánto se pierden en realidad y el elevado precio que acaban
pagando por autoengañarse: tratamos de protegernos de cometer un error, y el
efecto es que el miedo que inspira las excusas siempre es una estafa."
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