Ens agrada
contínuament publicar les nostres cosetes personals a les xarxes socials amb
l'objectiu en molts casos d'obtenir un bon nombre de "likes". El
nostre sopar amb els amics, el nostre nou pentinat ... fins als nostres
pensaments particulars del dia a dia sobre el que pasa a la nostra societat
passen per les xarxes. És la nova manera de comunicació que hi ha en el nostre
món. Si volem portar les regnes de la nostra vida hem de saber posar límits a
aquestes xarxes socials per no ser esclaus d'elles i per no estar més pendents
dels "likes" que de la persona que tens al davant. Comparteixo un article de Francesc Miralles
titulat Infelicidad digital publicat a El País.
"En los
últimos años, la implantación de las redes sociales ha sido de tal calado que,
hoy día, a la mayoría nos cuesta imaginar cómo nos relacionaríamos sin WhatsApp,
Facebook o Twitter. Estas y otras herramientas digitales nos permiten estar en
contacto permanente con gran número de personas, pero también han multiplicado
las posibilidades de enfadarnos con un amigo, compañero o familiar, además de
precipitar un sinfín de separaciones.
En este artículo
veremos los principales riesgos de las relaciones en la red que gestionamos a
través de nuestro ordenador o teléfono inteligente.
Una de las
sorpresas que se llevaron los primeros fabricantes de móviles fue descubrir que
los usuarios los acabarían usando más para mandarse mensajes de texto que para
llamar por teléfono.
No estaba
previsto que un dispositivo pensado para hablar acabara convertido en una
especie de telégrafo, aunque se mantuvo cierto equilibrio entre voz y mensajes
mientras estos –los casi vintage SMS– eran de pago. Ante la perspectiva de
desembolsar 20 céntimos para mandar un texto, el usuario reservaba ese servicio
para comunicaciones importantes, apurando al máximo los caracteres.
Con la irrupción
de WhatsApp, Messenger y similares en los dispositivos con tarifa plana, la
gratuidad ha propiciado una bacanal de mensajes de todo tipo que llegan a
nuestro bolsillo a cualquier hora del día o de la noche.
Más allá del
estrés que provocan los grupos de conversación o las constantes interrupciones
durante el trabajo, la urgencia –a menudo se nos exige respuesta inmediata– y
el exceso de estas comunicaciones presentan los siguientes riesgos:
Exposición a la
curiosidad ajena. En cualquier momento puede aparecer un mensaje íntimo en
la pantalla de nuestro smartphone, que si está sobre una mesa atraerá la
mirada de nuestro jefe, pareja o amigos.
Dispersión en
actos sociales. Aunque muchas personas ocultan su enfado, la continua
“desconexión” del interlocutor para atender lo que pasa en su teléfono genera irritación,
además de una interacción de baja calidad.
Horas inusuales
de conexión. Estos programas permiten que otros sepan los momentos en los
que tienen lugar las comunicaciones, lo cual genera desconfianza en las parejas
y no pocas trifulcas.
Sobre esto
último, un estudio publicado en CyberPsychology and Behaviour Journal calculó
que la aplicación WhatsApp ha ocasionado ya 28 millones de rupturas entre
usuarios, sobre todo por discusiones que tienen que ver con la última conexión
de la pareja, o por la sospechosa falta de respuesta tras un “doble check”,
la señal que avisa de que el mensaje ha llegado a su destinatario y que muchos
interpretan erróneamente que significa que el mensaje ha sido leído.
Según el estudio
antes mencionado, el 95% de los usuarios de Facebook han buscado alguna vez a
su ex, lo cual favorece los reencuentros e infidelidades. Incluso cuando estas
últimas no se producen, nuestra actividad en la red social con otras personas
puede provocar celos y discusiones en la pareja.
Esta plataforma
digital con 2.700 millones de miembros –casi el 40% de la población mundial– ha
propiciado situaciones tan chocantes como un bígamo norteamericano que fue
descubierto por su esposa al encontrar en Facebook fotos de su nueva boda, o la
sorpresa de una mujer de Misuri que tras colgar un retrato de familia como
postal de Navidad, descubrió que en la República Checa era utilizada para la
publicidad de una tienda.
Fuera de estas
anécdotas, muchos usuarios de Facebook no son conscientes de hasta qué punto se
están definiendo a través de la red social. Una práctica habitual en algunos
procesos de selección de personal es investigar el muro del candidato. El tono
de los posts refleja el carácter íntimo de la persona, y las fotografías dan
testimonio de los ambientes por los que se mueve.
Lo que
consideramos un entretenimiento y un punto de encuentro con amigos, mal
utilizado puede convertirse en una amenaza para nuestra imagen y en una fuente
de conflictos personales.
Veamos algunas
medidas de higiene para que el uso de las redes sociales no perjudique nuestra
vida privada:
Limitar el
tiempo de conexión. Alguien permanentemente pegado alsmartphone o al
ordenador se vuelve odioso para su pareja y levanta suspicacias en el puesto de
trabajo. Establecer un horario de conexiones que no sea invasivo con la vida no
virtual sería el primer paso para un uso razonable de los dispositivos
tecnológicos que nos rodean y que tan útiles pueden ser si son inteligentemente
gestionados.
Vigilar el acceso a nuestra intimidad. Puede parecer
divertido tener mil amigos en Facebook o Twitter, pero si damos información
privada, debemos tener en cuenta todas las personas que van a tener acceso a
ella y controlar el nivel de la misma.
Evitar la
dispersión. Es preferible dedicar una hora al día, de forma continuada, a
actualizar nuestras redes que el continuo “entrar y salir” que nos agota
mentalmente y no nos deja concentrarnos en lo que estamos haciendo, incluyendo
nuestra vida íntima.
Atrapados por la
cultura de la inmediatez, para muchos usuarios –en especial, los más jóvenes–
el correo electrónico empieza a ser visto como algo obsoleto. No tiene límite
de pulsaciones, por lo que escribir un buen mensaje lleva su tiempo. Y eso es
algo que nos hemos convencido de que no tenemos. Frente al tuit o al “me
gusta”, escribir un correo electrónico lo suficientemente largo equivale hoy
día a mandar una carta, con todas las posibilidades que ello ofrece.
A lo largo de mi existencia sólo he recibido un par
de cartas que valieran el precio del sello” H. D. Thoreau
En su
artículo Cinco correos electrónicos que pueden mejorar tu vida, el
periodista Jill Harness plantea una serie de sugerencias para que los avances
tecnológicos sean algo más que un ruido de fondo que se entromete en nuestra
vida. Se puede resumir su propuesta en estos dos bloques de correos según su
frecuencia:
Escribe un
correo diario a un amigo, a un miembro de tu familia o a un compañero de
trabajo para darle las gracias por algo. Acostumbrados a usar el espacio
digital para una tormenta de informaciones –muchas veces innecesarias–, un
mensaje así supondrá para la otra persona un comprimido de satisfacción, además
de estrechar los vínculos entre ambos.
Escribe un
correo semanal a tu jefe o jefa para ponerle al corriente de las tareas
que has llevado a cabo. Esto crea un clima de transparencia y responsabilidad
compartida que puede evitar muchos malentendidos. Si no tenemos un solo jefe o
bien la comunicación no es posible, una vez por semana podemos escribir a una
persona capaz de ayudarnos en nuestra carrera.
La idea básica es cambiar el concepto de cantidad por el
de calidad. No se trata de responder por compromiso cuantos más mensajes mejor,
sino de poner los cinco sentidos en aquel escrito que puede marcar la
diferencia en nuestra vida.
Ciertamente,
Internet y las redes sociales han transformado de forma irreversible nuestra
forma de relacionarnos, pero si utilizamos estos instrumentos como algo más que
una explosión de datos, los pondremos a trabajar a nuestro favor. Con un uso
inteligente de las redes, acotado y de calidad, potenciaremos nuestra vida
personal y estaremos presentes en cuerpo y alma en nuestras relaciones con los
demás."
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