Quines són les claus de la
felicitat? Aih! Sempre estem buscant aquesta felicitat que no arriba,
i ens fem mal, si no ens parem a pensar que la felicitat és una cosa
molt més simple del que pensem. Algunes vegades, ens hem de
plantejar que la felicitat està molt a prop nostre, i es tracta
simplement de buscar el que és significatiu per a nosaltres ... i el
tenim! Creieu-me que ho tenim!.
Us convido a llegir un article de Francesc Miralles escrit a El País i titulat Tres mitos sobre la felicidad.
"Desde que las
primeras tribus se reunieron alrededor del fuego, la
felicidad ha sido un tema de conversación interminable, ya que sus
concepciones y enfoques son casi infinitos.La realización personal implica algo distinto para cada individuo, dependiendo de su cultura, necesidades y situación. Aun así, con el paso del tiempo han ido emergiendo ciertos mitos sobre la felicidad, antiguos y modernos, de validez supuestamente universal.
En este artículo se
examinan tres de los más extendidos para entender un poco mejor la
aspiración humana más esencial.
La teoría de que la
felicidad es una herencia que se recibe a través de los genes tiene
tantos partidarios como detractores. Aceptarlo equivale a asumir que
si la lotería genética no nos ha favorecido, estamos condenados a
la negatividad y el pesimismo, mientras que otras personas fluirán
con alegría y naturalidad en el río de la vida.
¿Qué hay de cierto en
esta creencia? Para tratar de averiguarlo, David Lykken, profesor de
Psicología de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo en la
década de 1990 una ambiciosa investigación. Los sujetos del estudio
fueron 4.000 parejas de gemelos, tanto idénticos como mellizos, que
habían sido educados de igual modo y con las mismas
oportunidades.
Tras cotejar las entrevistas de unos y otros, los investigadores concluyeron que aproximadamente el 50% de la felicidad es heredada genéticamente y el otro 50% es aprendida.
Tras cotejar las entrevistas de unos y otros, los investigadores concluyeron que aproximadamente el 50% de la felicidad es heredada genéticamente y el otro 50% es aprendida.
Si se representa el
nivel de satisfacción como un queso, una mitad sería una tendencia
natural del carácter de cada uno. Ya en los bebés se observan
temperamentos dulces y otros que son más irascibles e insatisfechos.
La mitad restante dependerá del modo en el que cada cual decida
vivir las cosas.
Por tanto, la felicidad
personal ni funciona con piloto automático ni tampoco se decide por
completo según este estudio, sino que sería la suma de la
naturaleza y de las decisiones vitales.
Que la felicidad se lleva en los genes sería, por tanto, una verdad a medias.
Del mismo modo que un tímido patológico puede subir a un escenario y desplegar el espectáculo más atrevido, también la persona melancólica tiene la libertad de abandonar ese estado de ánimo y darse una fiesta.
Que la felicidad se lleva en los genes sería, por tanto, una verdad a medias.
Del mismo modo que un tímido patológico puede subir a un escenario y desplegar el espectáculo más atrevido, también la persona melancólica tiene la libertad de abandonar ese estado de ánimo y darse una fiesta.
A diario, la publicidad
bombardea con mensajes para convencer acerca de que determinados
bienes procurarán la felicidad. Así, en los anuncios se ve a un
conductor que fluye serenamente con su deportivo, o bien a una
familia exultante al estrenar nueva casa.
En un plano más personal, a menudo se supedita la felicidad a encontrar pareja o a conseguir un trabajo mejor. Sin embargo, poner condiciones a nuestro bienestar equivale a postergarlo una y otra vez mientras el tiempo va pasando.
En un plano más personal, a menudo se supedita la felicidad a encontrar pareja o a conseguir un trabajo mejor. Sin embargo, poner condiciones a nuestro bienestar equivale a postergarlo una y otra vez mientras el tiempo va pasando.
En su libro Los mitos de
la felicidad, Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología de la
Universidad de California, afirma que en “la idea de ‘seré feliz
cuando…’, la falsa promesa no estriba en que lograr esos sucesos
no nos vaya a hacer más felices; casi seguro que sí. El problema es
que esos logros, aun cuando en principio sean totalmente
gratificantes, no harán tan inmensamente felices, ni durante tanto
tiempo, como se cree. Por consiguiente, cuando alcanzar tales
objetivos no nos haga tan felices como esperábamos, pensaremos que
nos pasa algo o que debemos ser los únicos que nos sentimos así”.
Una vez se pasa la
novedad, el sentimiento de insatisfacción vuelve a hacer acto de
presencia y se necesitará otro deseo hacia el que proyectarse. En
resumen: se consume más tiempo persiguiendo otras cosas que
disfrutando de las que ya se tienen.
La misma autora señala
que otro mito igual de extendido y perjudicial es la creencia “no
seré feliz si…”. Es decir, supeditar nuestro bienestar interior
a que no sucedan acontecimientos negativos. “Cuando sufrimos un
cambio de fortuna adverso, nuestra reacción suele ser
sobredimensionada”, afirma Lyubomirsky. “Entonces nos parece que
no podremos volver a ser felices, y que la vida que conocemos se ha
acabado ya”.
La realización personal
no se puede someter a condiciones, ya que la vida es cambiante y
siempre vamos a bascular entre experiencias positivas y negativas.
Aceptar con naturalidad los altibajos de la existencia es lo que nos
puede procurar un bienestar duradero e incondicional.
Sobre esta cuestión se
han realizado numerosos estudios que sirven de contrapunto a mitos
como el de Bután. En 1972, el rey de este país propuso el término
“felicidad interior bruta” como alternativa al producto interior
bruto, que en su país era realmente bajo.
Se llegó a decir que
Bután era el país más feliz del mundo, afirmación discutida por
numerosos viajeros que han visitado la zona y han podido ver a
algunos de sus habitantes que sufrían de pobreza y enfermedades,
aunque la religión budista les facilite afrontar estas situaciones
con mayor serenidad.
Acerca de esto, los
investigadores aportan una conclusión clara: aunque solo sea por su
calidad de vida, las personas que viven por encima del umbral de
pobreza son ya más felices que las que tienen que luchar por
sobrevivir.
Sí es cierto que a
partir de un nivel de ingresos suficiente, engrosar la cuenta
bancaria no aporta más sensación de este sentimiento. Un estudio
realizado en Estados Unidos demostró que, por término general, los
individuos que ganan más de 90.000 dólares anuales no son más
dichosos que los que tienen unos ingresos entre 50.000 y 90.000
dólares. Una amplia encuesta realizada en Japón arrojó
resultados similares.
Por tanto, habría que
precisar un poco más el tópico y decir: el dinero no da la
felicidad, siempre y cuando tengamos suficiente para atender nuestras
necesidades básicas. Si carecemos de ingresos para pagar la
hipoteca, satisfacer las facturas o llenar la nevera, en ese caso el
dinero sí da la tranquilidad necesaria para poder vivir con más
satisfacción.
Hay muchos otros mitos
de este estado de ánimo en la cultura popular, pero tampoco
responden a una verdad válida para todos. La satisfacción de cada
individuo tiene una medida tan personal, dependiendo de sus
inclinaciones y prioridades, que no hay nada que pueda hacer feliz a
todo el mundo.
Algunas personas incluso
encuentran alegría en estrellarse y tener que empezar de cero. Como
afirma el filósofo André Comte-Sponville, “la desesperanza da
alas. El que lo ha perdido todo se vuelve ligero, no veáis en ello
elogio alguno de la tristeza, al contrario. La tristeza es siempre
una pesada carga. La desesperanza no es la infelicidad (…) y está
muy cerca de la felicidad misma. Feliz es aquel al que nada le cabe
esperar. Tener esperanza es esperar; la felicidad comienza cuando ya
no se espera”.
Dejar de esperar que
sucedan ciertas cosas es una buena clave para no ser infelices. Si
uno consigue liberarse de las creencias sobre la felicidad, estará
más cerca de conseguirla por sus propios medios, fomentando un modo
de vida que permita estar en paz consigo mismo a la vez que se
convierte en alguien útil para los demás.
La buena noticia es que
no hay fórmulas mágicas para conseguir llegar a este estado de
ánimo. Cada uno de nosotros deberá descubrir, en el camino de la
vida, su propia receta."
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