Tornem a estar
per aquí. Espero que les festes us hagi servit per relaxar-vos i per recarregar
la bateria. Però es va acabar, i és moment com cada any de començar una altra
vegada. Ja sabeu! És moment en què molts de nosaltres ens posarem objectius
nous per complir. El que es compleixin dependrà de quants "I sí ..."
i quants "És que ..." tinguem en el nostre interior. De l'estil de
"I si poso tot el meu esforç i després no ho aconsegueixo ...!" O de
"És que realment no tinc temps per a això ...!".
Ai! El senyor
Isi i el senyor Esque que tots portem en major o menor mesura i que no ens
deixa fer allò que volem. Comparteixo un article de Francesc Miralles publicat en
El País fa uns mesos i que titulava Reprogramar actitudes.
"Ante la
llegada de un nuevo curso, hacemos listas de objetivos como ir al gimnasio,
comer mejor o aprender un idioma. Sin embargo, hay propósitos más profundos
que, si logramos incorporarlos a nuestro software mental, nos ayudarán a
cumplir cualquier meta que nos fijemos.
Vamos a hablar
de algunas actitudes y hábitos que configuran nuestra realidad diaria, y de si
son los más adecuados para alcanzar lo que deseamos. Concretamente nos
centraremos en desactivar cinco vicios mentales que sobrecargan nuestra vida y
que entorpecen la realización personal.
Dispersión
“El cazador que acecha dos conejos, no
atrapa ninguno” proverbio zen
¿Cuántas veces
nos hemos sentido agotados antes de empezar una tarea importante? Imaginemos un
hombre que, al regresar del trabajo, realiza a distancia la carrera de sus
sueños. Se ha reservado ese tiempo en casa y está motivado, pero no logra
avanzar y antes de una hora apaga el ordenador totalmente agotado. ¿Qué sucede?
Habría que
analizar cómo está estudiando. Es muy posible que, mientras intenta sumergirse
en la materia, tenga abierto el Whatsapp, el correo electrónico, el Twitter,
Facebook o todo a la vez. O bien que durante el curso online intente controlar
lo que sucede en la casa, sean sus hijos, su esposa o las tareas que va
atendiendo al mismo tiempo.
Entrar y salir
de una tarea resulta más agotador que la actividad misma. Cada vez que este
hombre abandona la lectura de un artículo de historia, por ejemplo, necesita un
esfuerzo extra para luego volver a entrar. Resultado: fatiga y bajo
rendimiento, lo cual deriva en desmotivación y quizás abandono.
La solución es
hacer una sola cosa a la vez, desactivando todo lo demás. Un buen propósito
para empezar el curso con más eficacia.
Procrastinación
“Vuelva usted mañana”, Mariano José de
Larra
Nuestra vida
está llena de planes que se posponen una y otra vez hasta que, cuando ya es
demasiado tarde, nos lamentamos por lo que desearíamos haber hecho.
El mal hábito de
aplazar se denomina técnicamente abulia o procrastinación. Esta actitud
cotidiana es un verdadero lastre para los planes personales, pero lo peor de
todo es el precio psicológico que pagamos por ello. Según el profesor William
J. Knaus, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, “la gente pospone
tareas con la esperanza de encontrarla ‘realizada’ al día siguiente como por
arte de magia; todo ello viene acompañado normalmente por sentimientos de
culpa, autoengaño y desesperanza”.
Según este mismo
autor, el hábito de procrastinar esconde estas dos minas personales:
La creencia de
que somos incapaces de llevar a cabo lo que nos hemos propuesto. Es decir:
miedo al fracaso.
Exceso de
perfeccionismo, lo cual hace que nos exijamos numerosas condiciones previas, a
menudo absurdas, para empezar. Pero son sólo excusas.
Preocupaciones y miedos
“Hoy es el mañana por el que ayer te
preocupabas”, autor desconocido
Tenemos dos
lugares donde vivir nuestra existencia: desde los hechos del presente, fluyendo
con lo que nos sucede en este momento y lugar, o bien desde la ansiedad por lo
que podría suceder.
Las
pre-ocupaciones no sólo nos impiden ocuparnos de las cosas verdaderamente
importantes, sino que agotan nuestra energía mental y promueven un estado de
ánimo negativo que a su vez cansa a los que tratan con nosotros. Por si fuera
poco, esta clase de miedos sobre situaciones hipotéticas son inútiles. Se ha
medido estadísticamente que la mayoría de cosas que nos preocupan nunca llegan
a suceder.
Contra esta
lacra para las cosas útiles y positivas que podríamos realizar, el
psicoterapeuta Richard Carlson proponía tomar, entre otras, las siguientes
medidas: Proponernos no sufrir por pequeñeces. Tomar conciencia del efecto bola
de nieve de nuestros pensamientos. Repetirnos el lema: “La vida no es una
emergencia”. Aprender a vivir con la incertidumbre del mañana.
Si incorporamos
a nuestro día a día estos propósitos, lograremos reprogramar nuestra mente para
una vida activa y a la vez serena.
Estrés y ansiedad
“El campo de la conciencia es diminuto. Sólo
acepta un problema a la vez”, Antoine de Saint-Exupéry
Prima hermana de
la emoción que acabamos de ver, el estrés es la respuesta emocional y
fisiológica a las situaciones de alta exigencia a las que nos somete la vida
cotidiana.
Al ver nuestra
mesa a rebosar de trabajo, al recibir un correo con una reclamación o al echar
una ojeada a nuestra agenda del día, de repente nuestra respiración se acelera
y el corazón late más rápido. Nuestro cuerpo se ha puesto en estado de alerta
para afrontar algo que no sabemos si superará nuestras fuerzas.
Daniel Goleman,
el gran divulgador de la inteligencia emocional, analiza así este fenómeno:
“Desde un punto
de vista evolutivo, la ansiedad tal vez resultara útil cuando cumplía con la
función de predisponernos a afrontar algún tipo de peligro, pero en la vida
moderna suele manifestarse de forma desproporcionada e inoportuna. En tal caso,
la angustia no constituye tanto una respuesta de activación ante un peligro
real como una reacción ante una situación cotidiana o que no es más que el
producto de nuestra imaginación. En este sentido, los ataques repetidos de
ansiedad constituyen un indicador de un elevado nivel de estrés (…) que
contribuyen a incrementar los problemas médicos”.
No es casual que
Goleman utilice la palabra imaginación al referirse a las situaciones de
estrés, ya que cada persona interpreta de manera diferente lo que está viviendo
y reacciona en consecuencia.
El psicólogo de
Berkeley Richard Lazarus afirma que “si dos personas pueden vivir una misma
situación potencialmente estresante de formas distintas es porque en ellas hay
diferencias individuales como la percepción, el aprendizaje o la memoria que
afectan su forma de enfrentarse a dicha situación, por lo que la variable
importante del estrés no es tanto externa como interna”.
Tomarse los
acontecimientos con calma, relativizar las urgencias y hacer una cosa detrás de
otra son formas efectivas de reprogramar nuestra mente para que no caiga en las
redes de un estrés excesivo.
Pesimismo
“El 31 de diciembre, el optimista espera la
medianoche para recibir el año nuevo, mientras que el pesimista lo hace para
asegurarse de que el viejo se acaba” Bill Vaughan
Pronosticar en
negativo antes que las cosas sucedan es el quinto ladrón de energía mental.
Como bien han explicado los psicólogos a partir de la llamada “profecía de
autocumplimiento”, cada vez que trazamos un oráculo pesimista, de forma
inconsciente nuestra mente se pone a trabajar para que eso suceda y poder decir
al final: “¿Lo ves? Tenía razón”.
Algunas
iniciativas que podemos tomar para promover el optimismo en nuestra vida
diaria: Centrarnos en las soluciones, no en los problemas. Rodearnos de amistades
agradables y nutritivas. Practicar la gratitud hacia las cosas que salen bien y
las personas que nos facilitan la vida. Establecer pequeñas metas para cada
gran objetivo. Vivir, en lo posible, sin endeudarnos. Retomar el contacto con
la naturaleza. No analizar tanto. Destacar lo bueno y relativizar lo malo.
Contrariamente a lo que muchas personas creen, el optimismo también se aprende
y se puede practicar.
Se acerca un
nuevo curso. Si reducimos el protagonismo de estos cinco hábitos negativos,
nuestros mejores planes estarán mucho más cerca de cumplirse."
Cap comentari :
Publica un comentari a l'entrada